Capítulo 20-UCDM-Libro de Texto 1da Parte

LA VISION DE LA SANTIDAD

I.- La Semana Santa

Hoy es Domingo de Ramos, la celebración de la victoria y la aceptación de la verdad. No nos pasemos esta Semana Santa lamentando la crucifixión del Hijo de Dios, sino celebrando jubilosamente su liberación. Cap.20.I.1.1:2

Pero un Cristo resucitado se convierte en el símbolo de que el Hijo de Dios se ha perdonado a sí mismo, en la señal de que se considera a sí mismo santo e íntegro. Cap.20.I.1.5

Esta semana empieza con ramos y termina con azucenas, el signo puro y santo de que el Hijo de Dios es inocente. Cap.20.II.2.1

Esta semana celebramos la vida, no la muerte. Cap.20.I.2.3

Hazle a tu hermano la ofrenda de azucenas, no la de una corona de espinas; el regalo del amor, no el “regalo” del miedo. Te encuentras a su lado, con espinas en una mano y azucenas en la otra, indeciso con respecto a cuál le vas a dar. Únete a mí ahora, deshazte de las espinas y, en su lugar, ofrécele azucenas. Cap.20.II.2.5:7

Una semana es poco tiempo, sin embargo, la Semana Santa simboliza la jornada que el Hijo de Dios emprendió. Él comenzó con el signó de la victoria, y la promesa de la resurrección, la cual ya se le había concedido. No dejes que caiga en la tentación de la crucifixión ni que se demore allí. Cap.20.I.3.1:3

La Pascua no es la celebración del costo del pecado, sino la celebración de su final. Cap.20.I.4.1

II.- La ofrenda de azucenas

Observa todas las baratijas que se confeccionan para colgarse del cuerpo, o para cubrirlo o para que él las use. Cap.20.II.1.1

Date cuenta de que lo único que le ofreces es una corona de espinas, al no reconocer el cuerpo como lo que es y al tratar de justificar la interpretación que haces de su valor basándote en la aceptación que tu hermano hace de él. Cap.20.II.1.5

Si los regalos se han de dar y recibir de verdad, no se pueden dar a través del cuerpo. El cuerpo no puede ofrecer ni aceptar nada; tampoco puede dar o quitar nada. Solo la mente puede evaluar, y sólo ella puede decidir lo que quiere recibir y lo que quiere dar. Cap.20.II.2.1:3

OFRENDA AZUCENAS

No olvides de que es a tu Salvador a quien le ofreces el regalo. Ofrécele espinas y te crucificas a ti mismo. Ofrécele azucenas y es a ti mismo a quien liberas. Cap.20.II.3.8:9

Pero examina primero el altar del hogar que has elegido, y observa lo que allí has depositado para ofrecérmelo a mí. Si son espinas cuyas puntas refulgen en una luz de color sangre, has elegido el cuerpo como hogar y lo que me ofreces es separación. Cap.20.II.4.5:6

Todavía miras con los ojos del cuerpo, y éstos sólo pueden ver espinas. Cap.20.II.5.1

Aquellos que aceptan el propósito del Espíritu Santo como su propósito comparten asimismo Su visión. Cap.20.II.5.3

Él no ve espinas, sino únicamente azucenas que refulgen en el dulce resplandor de la paz, la cual irradia su luz sobre todo lo que Él contempla y ama. Cap.20.II.5.6

Gozas ya de la visión que te permite ver más allá de las ilusiones. Se te ha concedido para que no veas espinas, ni extraños, ni ningún obstáculo a la paz.  El temor a Dios ya no significa nada para ti. Cap.20.II.7.1:3

El Hijo de Dios cuenta contigo para su liberación. Pues tú has pedido-y se te ha concedidola fortaleza para poder enfrentarte a este último obstáculo,  y no ver clavos ni espinas que crucifiquen al Hijo de Dios y lo coronen como rey de la muerte. Cap.20.II.7.7:8

La santidad que nos guía se encuentra dentro de nosotros, al igual que nuestro hogar. De este modo hallaremos lo que Aquel que nos guía dispuso que hallásemos. Cap.20.II.9.5:6

Este es el camino que conduce al Cielo y a la paz de la Pascua, donde nos unimos en gozosa conciencia de que el Hijo de Dios se ha liberado del pasado y ha despertado al presente. Cap.20.II.10.1

III.- El pecado como ajuste

La creencia en el pecado es un ajuste. Y un ajuste es un cambio: una alteración en la percepción, o la creencia de que lo que antes era de una manera ahora es distinto. Cada ajuste es, por lo tanto, una distorsión, y tiene necesidad de defensas que lo sostengan en contra de la realidad. Cap.20.III.1.1:3

Los ajustes, sean de la clase que sean, siempre forman parte del ámbito del ego. Pues la creencia fija del ego es que todas las relaciones dependen de que se hagan ajustes, para así hacer de ellas lo que él quiere que sean. Cap.20.III.2.1:2

El ego se ha nombrado a sí mismo mediador de todas las relaciones, y hace todos los ajustes que cree necesarios y los interpone entre aquellos  que se han de conocer, a fin de mantenerlos separados e impedir su unión. Esta planeada interferencia es lo que hace que te resulte tan difícil reconocer tu santa relación tal como es. Cap.20.III.2.4:5

El mundo que ves no es sino un juicio con respecto a ti mismo. No existe en absoluto. Tus juicios, no obstante, le imponen una sentencia, la justifican y hacen que sea real. Ése es el mundo que ves: un juicio de ti mismo, que tú mismo has emitido. Cap.20.III.5.2:5

El mundo que ven los santos es hermoso porque lo que ven en él es su propia inocencia. Ellos no le impusieron lo que tenía que ser, ni hicieron ajustes para que se amoldase a sus mandatos. Cap.20.III.6.3:4

En el amor perfecto no hay cabida para el miedo porque el amor perfecto no conoce el pecado y sólo puede ver a los demás como se ve así mismo. Cap.20.III.11.3

Los inocentes ven seguridad, y los puros de corazón ven a Dios en Su Hijo, y apelan al Hijo para que él los guíe al Padre. Cap.20.III.11.5

En tu hermano se encuentra la luz de la eterna promesa de inmortalidad que Dios te hizo. No veas pecado en él, y el miedo no podrá apoderarse de ti. Cap.20.III11.8:9

IV.- La entrada al arca

Nada puede herirte a no ser que le confieras ese poder. Cap.20.IV.1.1

Todo poder es de Dios; Él lo otorga, y el Espíritu Santo, que sabe que al  dar no puedes sino ganar, lo revive. Él no le confiere poder alguno al pecado, que, por consiguiente, no tiene ninguno; tampoco le confiere poder a sus resultados tal como el mundo los ve: la enfermedad, la muerte, la aflicción y el dolor. Cap.20.IV.1.4:5

El pecado no tiene cabida en el Cielo, donde sus resultados serían algo ajeno a éste y donde ni ellos ni su fuente podrían tener acceso. Y en esto reside tu necesidad de no ver pecado en tu hermano. El Cielo se encuentra en él. Si ves pecado en él, pierdes de vista el Cielo. Cap.20.IV.2.1:4

Tú salvador te ofrece sólo amor, pero lo que recibes de él depende de ti. Él tiene el poder de pasar por alto todos tus errores, y en ello reside su propia salvación. Cap.20.IV.2.6:7

La salvación es el re-despertar de las leyes de Dios en mentes que han promulgado otras leyes a las que han otorgado el poder de poner en vigor lo que Dios no creó. Cap.20.IV.2.10

A todo el que camina por la tierra, en aparente soledad se le ha dado un salvador, cuya función especial aquí es liberarlo, para así liberarse él a sí mismo. En el mundo de la separación se le asigna esa función a cada uno por separado, aunque todos ellos son uno solo. Cap.20.IV.5.3:4

No es éste un plan que tu hayas elaborado, y no tienes que hacer nada, salvo aprender el papel que se te encomendó. Cap.20.IV.6.1

Pero no pienses que Él no tiene necesidad del papel que te corresponde desempeñar para que lo asista a Él en lo demás. Pues de tu papel depende todo el plan, y ningún papel está completo sin él. Al arca de la paz se entra de dos en dos. Sin embargo, el comienzo de otro mundo los acompaña. Toda relación santa tiene que entrar aquí para aprender la función especial que le corresponde desempeñar en el plan del Espíritu Santo ahora que comparte Su propósito. Cap.20.IV.6.3:6

No pienses que perdonar a tu hermano os beneficia sólo a vosotros dos. Pues el nuevo mundo en su totalidad descansa en las manos de cada dos seres que entren allí a descansar. Cap.20.IV.7.2:3

Capitulo 19- 2da Parte

Audiolibro Cap.20

  • Los versículos  transcriptos, son meramente indicativos al tema de cada párrafo del Capitulo 20, solo la lectura completa del libro de texto de Un Curso de Milagros, te dará una mejor comprensión

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