RAZON Y PERCEPCION
IV.- El miedo a mirar adentro
El Espíritu Santo jamás enseñará que eres un pecador. Corregirá tus errores, pero eso no es algo que le pueda causar temor a nadie. Tienes un gran temor a mirar en tu interior y ver el pecado que crees que se encuentra allí. Cap.21.IV.1.1:3
El ego considera muy apropiado que se asocie el miedo con el pecado, y sonríe con aprobación. No teme dejar que te sientas avergonzado. No pone en duda la creencia y la fe que tienes en el pecado. Cap.21.IV.1.5:7
Recuerda que el ego no está solo. Su dominio está circunscrito, y teme a su “enemigo” desconocido, a Quien ni siquiera puede ver. Te pide imperiosamente que no mires dentro de ti, pues si lo haces tus ojos se posarán en el pecado y Dios te cegara. Esto es lo que crees, y, por lo tanto, no miras. Cap.21.IV.2.1:4
Aquellos que se han unido a sus hermanos han abandonado la creencia de que su identidad reside en el ego. Una relación santa es aquella en la que te unes con lo que en verdad forma parte de ti. Tu creencia en el pecado ha sido quebrantada, y ahora no estás totalmente reacio a mirar dentro de ti y no ver pecado alguno. Cap.21.IV.3.4:6
Contempla amorosamente a tu hermano y recuerda que la debilidad del ego se pone de manifiesto ante vuestra vista. Lo que el ego pretendía mantener separado se ha encontrado y se ha unido, y ahora contempla el ego sin temor. Cap.21.IV.8.1:2
V.-La función de la razón
La realidad no necesita tu cooperación para ser lo que es. Pero tu conciencia de ella necesita tu ayuda, ya que tener esa conciencia es algo que tú eliges. Si le prestas oídos a los dictados del ego y ves lo que él te indica ver, no podrás sino considerarte a ti mismo insignificante, vulnerable y temeroso. Cap.21.V.2.1:3
Hay otra visión y otra Voz en las que reside tu libertad que tan sólo están aguardando tu decisión. Y si depositas tu fe en Ellas, percibirás otro ser en ti. Este otro ser considera que los milagros son algo natural. Pues son tan simples y naturales para él como respirar lo es para el cuerpo. Cap.21.V.3.1:4
Los milagros le parecen antinaturales al ego porque no entiende cómo es posible que mentes separadas pueden influenciarse unas a otras. Cap.21.V.3.6
No te das cuenta de hasta qué punto la idea de la separación ha interferido en el ejercicio de la razón. La razón mora en el otro ser que has excluido de tu conciencia. Y nada de lo que has permitido que permanezca en ella es capaz de razonar. Cap.21.V.4.1:3
El hecho de que la naturaleza de tu razón le sea ajena a al ego, es prueba de que no hallarás la respuesta en él. No obstante, si esto es así, dicha respuesta tiene que existir. Y si existe para ti, y su propósito es tu libertad, debes ser libre de encontrarla. Cap.21.V.5.9:11
La fe y la creencia, apoyadas por la razón, producen forzosamente un cambio en tu percepción. Y con este cambio se le hace sitio a la visión. La visión se extiende más allá de sí misma, tal como lo hacen el propósito al que sirve, así como todos los medios para su consecución. Cap.21.V.10.4:6
VI.- La razón en contraposición a la locura
La razón no puede ver pecados pero sí puede ver errores, y propicia su corrección. No le otorga valor, pero sí otorga valor a su corrección. Cap.21.VI.1.1:2
No puedes aceptar o rechazar la corrección sin incluir a tu hermano. El pecado mantendría que sí puedes. Más la razón te dice que no puedes considerar a tu hermano o a ti mismo como un pecador y seguir percibiéndolo a él o percibiéndote a ti mismo como inocente. Cap.21.VI.2.1:3
La locura y la razón ven las mismas cosas, pero es indudable que las contemplan de modo diferente. Cap.21.VI.3.9
La locura es un ataque contra la razón que la expulsa de la mente, y ocupa su lugar. La razón no ataca, sino que, calladamente, ocupa el lugar de la locura y la reemplaza si los dementes deciden escucharla. Cap.21.VI.4.1:2
Se te ha dado la razón para que entiendas que esto es así .Pues la razón, qué es tan benévola como la finalidad para la que se emplea, te aleja constantemente de la locura y te conduce hacia el objetivo de la verdad. Cap.21.VI.7.9:10
Resuélvete a dejar que la razón sea el medio por el que Él te indique cómo dejar atrás la demencia. Cap.21.VI.8.7
Tú eres El Salvador de tu hermano. Él es el tuyo. A la razón le es muy grato hablar de esto. El Amor le infundió amor a este plan benevolente. Cap.21.VI.9.1:4
VII. La última pregunta que queda por contestar
¿No te das cuenta de que todo tu sufrimiento procede de la extraña creencia de que eres impotente? Ser impotente es el precio del pecado. La impotencia es la condición que impone el pecado, el requisito que exige para que se pueda creer en él. Solo los impotentes podrían creer en el pecado. Cap.21.VII.1.1:4
Nadie cree que el Hijo de Dios sea impotente. Y aquellos que se ven a sí mismos como impotentes deben creer que no son el Hijo de Dios. Cap.21.VII.2.1:2
El odio, no obstante, tiene que tener un blanco. No se puede tener fe en el pecado sin un enemigo. Cap.21.VII.5.1:2
Pero deja que se haga a sí mismo las siguientes preguntas con respecto a las cuales tiene que tomar una decisión, para que esto se lleve a cabo por él:
- ¿Deseo un mundo en el que gobierno yo en lugar de uno que me gobierna a mí?
- ¿Deseo un mundo en el que soy poderoso en lugar de uno en el que soy impotente?
- ¿Deseo un mundo en el que no tengo enemigos y no puedo pecar?
- ¿Y deseo ver aquello que negué porque es la verdad?
Cap.21.VII.5.10:14
El contenido de todas esas preguntas es el mismo. Pues cada una de ellas te pregunta si estás dispuesto a intercambiar el mundo del pecado por lo que el Espíritu Santo ve, puesto que es esto lo que el mundo del pecado niega. Cap.21.VII.11.1:2
Sin embargo, la última pregunta suma a tu anhelo de querer ver el mundo real el deseo de permanencia, de tal forma que ese deseo se convierta en el único que tengas. Si contestas esta última pregunta con un “sí”, añades sinceridad a las decisiones que ya has tomado con respecto a los demás. Cap.21.VII.11.4:5
Hasta que no se haya tomado la decisión final, la respuesta será a la vez un “si” y un “no”. Pues has contestado un “si” sin darte cuenta de que “si” tiene que significar “que no has dicho no”. Nadie decide en contra de su felicidad, pero puede hacerlo si no se da cuenta de que eso es lo que está haciendo. Cap.21.VII.12.3:5
VIII. El cambio interno
¿Son, entonces, peligrosos los pensamientos? ¡Para los cuerpos sí! Los pensamientos que parecen destruir son aquellos que le enseñan al pensador que él puede ser destruido. Y así, “muere” por razón de lo que aprendió. Cap.21.VIII.1.1:3
Seguramente creyó que quería la felicidad. Mas no la deseo porque la felicidad es la verdad, y, por lo tanto, tiene que ser constante. Cap.21.VIII.1.6
Una dicha constante es una condición completamente ajena a tu entendimiento. Cap.21.VIII.2.1
Es tan inquebrantable como lo es el Amor de Dios por Su creación. Cap.21.VIII.2.4
Nada tiene el poder de alterar su constancia porque su propio deseo no puede ser conmovido. Les llega a aquellos que comprenden que la última pregunta es necesaria para que las demás queden contestadas, del mismo modo en que la paz tiene que llegarles a quienes eligen curar y no juzgar. Cap.21.VIII.2.7:8
Nadie deja de pedir lo que desea a lo que cree que tiene la capacidad de concedérselo. Tal vez esté equivocado con respecto a lo que pide, dónde lo pide y a qué se lo pide. No obstante, pedirá porque desear algo es una solicitud, una petición, hecha por alguien a quien Dios Mismo nunca dejaría de responder. Cap.21.VIII.3.4:6
Pues mientras siga estando inseguro es que no lo desea realmente, y la dación de Dios no podría ser completa a menos que se reciba. Cap.21.VIII.3.8:9
¿Qué es el instante santo, sino el llamamiento de Dios a que reconozcas lo que Él te ha dado? He aquí el llamamiento a la razón, a la conciencia de lo que siempre está ahí a la vista, a la felicidad que podría ser siempre tuya. He aquí la paz constante que podrías experimentar siempre. He aquí revelada ante ti lo que la negación ha negado. Pues la última pregunta ya está contestada, y lo que pides, concedido. Cap.21.VIII.5.1:5
- Los versículos compartidos, son meramente indicativos al tema de cada párrafo del Capítulo, solo la lectura completa del libro de Un Curso de Milagros, te dará una mejor comprensión