Capitulo 23-UCDM-Libro de Texto

LA GUERRA CONTRA TI MISMO

Introducción

La inocencia es fuerza, y nada más lo es. Los que están libres de pecado no pueden temer, pues el pecado, de la clase que sea, implica debilidad.1.2:3

Nadie que tenga un enemigo es fuerte, y nadie puede atacar a menos que crea tener un enemigo. Creer en enemigos es, por lo tanto, creer en la debilidad, y lo que es débil no es la Voluntad de Dios. 1.5:6

¡Qué extraña se vuelve en verdad esta guerra contra ti mismo! No podrás sino creer que todo aquello de lo que te vales para los fines del pecado puede herirte y convertirse en tu enemigo. 2.1:2

Todo aquel que recorre con inocencia el camino que el amor le muestra, camina en paz. Pues el amor camina a su lado, resguardándolo del miedo. Y lo único que ve son seres inocentes, incapaces de atacar. 2.5:7

Los inocentes se encuentran a salvo porque comparten su inocencia. 3.2

Los inocentes comparten la fortaleza del amor porque vieron la inocencia. Y todo error desapareció porque no lo vieron. Quien busca la gloria la halla dónde ésta se encuentra.3.5:6

I.- Las creencias irreconciliables

El recuerdo de Dios aflora en la mente que está serena. No puede venir allí dónde hay conflicto, pues una mente en pugna consigo misma no puede recordar la mansedumbre eterna. Cap.23.I.1.1:2

Si estas en conflicto eso quiere decir que crees que el ego tiene el poder de salir triunfante. ¿Por qué otra razón sino te ibas a identificar con él? Seguramente te habrás percatado de que el ego está en pugna con Dios. Cap.23.I.1.5:7

¿No te das cuenta de que una guerra contra ti mismo sería una guerra contra Dios?. Y en una guerra así, ¿es concebible la victoria? Cap.23.I.2.1:2

La muerte de Dios, de ser posible, significaría tu muerte. ¿Qué clase de victoria seria ésa? El ego marcha siempre hacia la derrota porque cree que puede vencerte. Dios, no obstante, sabe que eso no es posible. Eso no es una guerra, sino la descabellada creencia de que es posible atacar y derrotar la Voluntad de Dios, Te puedes identificar con esta creencia, pero jamás dejará de ser una locura. Cap.23.I.2.4:9

Ten por seguro que no es posible que Dios y el ego, o tú y el ego jamás os podáis encontrar. Cap.23.I.3.1

Pues vuestras creencias convergen en el cuerpo,  al que el ego ha elegido como su hogar y tú consideras que es el tuyo.  Vuestro punto de encuentro es un error: un error en cómo te consideras a ti mismo. Cap.23.I.3.3:4

La guerra contra ti mismo no es más que una batalla entre dos ilusiones que luchan para diferenciarse la una de la otra,  creyendo que la que triunfe será la verdadera. Cap.23.I.6.1

Las ilusiones no pueden vencer a la verdad ni suponer una amenaza para ella en absoluto. Y la realidad que niegan no forma parte de ellas. Cap.23.I.6.8:9

La verdad no lucha contra las ilusiones ni las ilusiones luchan contra la verdad. Las ilusiones solo luchan entre ellas. Cap.23.I.7.3:4

Recordaras lo que sabes cuándo hayas comprendido que no puedes estar en conflicto. Cap.23.I.7.7

II.- Las leyes del caos

Puedes llevar las “leyes” del caos ante la luz, pero nunca las podrás entender. Las leyes caóticas no tienen ningún significado y, por lo tanto, se encuentran fuera de la esfera de la razón. Cap.23.II.1.1:2

Es esencial que se entienda cuál es su propósito porque su fin es crear caos y atacar la verdad. Éstas son las leyes que rigen el mundo que tú fabricaste. Cap.23.II.1.5:6

La primera ley caótica es que la verdad es diferente para cada persona. Cap.23.II.2.1

Este principio procede de la creencia en una jerarquía de ilusiones: de que algunas son más importantes que otras, y, por lo tanto, más reales. Cada cual establece esto para sí mismo, y le confiere realidad atacando lo que otro valora.  Y el ataque se justifica porque los valores difieren, y los que tienen distintos valores parecen ser diferentes, y, por ende, enemigos. Cap.23.II.2.3:5

La segunda ley del caos, muy querida por todo aquel que venera el pecado, es que no hay nadie que no peque, y, por lo tanto, todo el mundo merece ataque y muerte. Este principio, estrechamente vinculado con el primero, es la exigencia de que el error merece castigo y no corrección. Cap.23.II.4.1:2

Pues la destrucción del que comete error lo pone fuera del alcance de la corrección y del perdón. Cap.23.II.4.3

Piensa en las consecuencias que esto parece tener en la relación de Padre e Hijo. Ahora parece que nunca jamás podrán ser uno de nuevo. Pues uno de ellos no puede sino estar siempre condenado, y por el otro. Ahora son diferentes y, por ende, enemigos. Cap.23.II.5.1:4

Esto conduce directamente a la tercera creencia descabellada qué hace que el caos parezca ser eterno. Cap.23.II.6.5

Observa cómo se refuerza el temor a Dios por medio de este tercer principio. Cap.23.II.7.1

El ego atribuye valor únicamente a aquello de lo que se apropia. Esto conduce a la cuarta ley del caos, que, si las demás son aceptadas, no puede sino ser verdad. Esta supuesta ley es la creencia de que posees aquello de lo que te apropias. De acuerdo con esa ley, la pérdida de otro es tu ganancia y, por consiguiente, no reconoce el hecho de que nunca puedes quitarle nada a  nadie, excepto a ti mismo. Cap.23.II.9.1:4

Pero ¿Qué es eso que deseas que exige su muerte? ¿Cómo puedes estar seguro de que tu ataque asesino está justificado, a menos que sepas cuál es su propósito? Aquí es el dónde el último principio del caos acude a tu “auxilio”. Este principio alega que hay un sustituto para el amor. Ésta es la magia que curará todo tu dolor, el elemento que falta que curaría tu locura. Ésa es la razón de que tengas que atacar.  He aquí lo que hace que tu venganza esté justificada. Cap.23.II.12.1:7

El caos es la ausencia total del orden, y no tiene leyes. Para que se pueda creer en él, sus aparentes leyes tienen que percibirse como reales. Su objetivo de demencia tiene que verse como cordura. Cap.23.II.15.3:5

Las leyes del caos gobiernan todas las ilusiones. Cap.23.II.20.1

La fe en el caos es la consecuencia inevitable de la creencia en el pecado. Cap.23.II.21.1

III.- La salvación sin transigencias

Cualquier forma de ataque es igualmente destructiva. Su propósito es siempre el mismo. Cap.23.III.1.3:4

La envoltura no hace el regalo. Una caja vacía, por muy bella que sea y por mucha gentileza que se tenga al darla, sigue estando vacía. Y tanto el que la recibe como el que la da no podrán seguir engañándose por mucho más tiempo. Niégale el perdón a tu hermano y lo estarás atacando. No le estarás dando nada y sólo recibirás de él lo que le diste. Cap.23.III.2.2:6

La salvación no transige en absoluto. Transigir es aceptar sólo una parte de lo que quieres: tomar sólo un poco y renunciar al resto. La salvación no renuncia a nada. Se les concede a todos enteramente. Si permites que la idea de transigir invada tu pensamiento, se pierde la conciencia del propósito de la salvación porque no se reconoce. Cap.23.III.3.1:5

Este curso es fácil precisamente porque no transige en absoluto. Aun así, parece ser difícil para aquellos que todavía creen que es posible transigir. No se dan cuenta de que si lo fuese, la salvación sería un ataque. Cap.23.III.4.1:3

IV.- Por encima del campo de batalla

Lo que no es amor es asesinato. Lo que no es amoroso no puede sino ser un ataque. Toda ilusión es un asalto a la verdad y cada una de ellas es una agresión contra la idea del amor porque éste parece ser tan verdadero como ellas. Cap.23.IV.1.10:12

Creer que la función del Hijo es asesinar no es un pecado, pero sí es una locura. Cap.23.IV.3.3

Toda forma de asesinato y ataque que todavía te atraiga y que aún no hayas reconocido como lo que realmente es, limita la curación y los milagros que tienes el poder de extender a todo el mundo. Aun así, el Espíritu Santo sabe cómo multiplicar tus pequeñas ofrendas y hacerlas poderosas. Sabe también como elevar tu relación por encima del campo de batalla para que ya no se encuentre más en él. Esto es lo único que tienes que hacer: reconocer que cualquier forma de asesinato no es tu voluntad. Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla. Cap.23.IV.4.3:7

Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. Cap.23.IV.5.1:2

Aquí tu elección es asesinar. Más desde lo alto eliges los milagros en vez de asesinato. Cap.23.IV.5.4:5

Los cuerpos pueden batallar, pero el choque entre formas no significa nada. Cap.23.IV.5.8

No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe. Cap.23.IV.7.1

Solo los propósitos unifican, y aquellos que comparten un mismo propósito son de un mismo pensar. El cuerpo de por sí no tiene propósito alguno, y no puede sino ser algo solitario. Desde abajo, no puede ser trascendido. Desde arriba, las limitaciones que les impone a aquellos que todavía batallan desaparecen y se hace imposible percibirlas. El cuerpo se interpone entre el Padre y el Cielo que Él creó para Su Hijo precisamente porque no tiene ningún propósito. Cap.23.IV.7.4:8

Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que éste parece ofrecer o poseer. Nadie que sepa que lo tiene todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. Cap.23.IV.9.3:4

Capitulo 22

Audiolibro Cap.23

  • Los versículos compartidos, son meramente indicativos al tema de cada párrafo del Capítulo, solo la lectura completa del libro de Un Curso de Milagros, te dará una mejor comprensión

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