LA CONSECUCION DE LA PAZ
IV.- Los obstáculos a la paz
A medida que la paz comience a extenderse desde lo más profundo de tu ser para abarcar a toda la Filiación y ofrecerle descanso, se topará con muchos obstáculos. Algunos de ellos los tratarás de imponer tú. Otros, parecerán provenir de otras partes: de sus hermanos, o de diversos aspectos del mundo externo. La paz, no obstante, los envolverá dulcemente a todos, extendiéndose más allá de ellos sin obstrucción alguna. Cap.19.IV.1.1:4
No puedes estar seguro de nada de lo que ves fuera de ti, pero de esto sí puedes estar seguro: El Espíritu Santo te pide que le ofrezcas un lugar de reposo donde tú puedas descansar en Él. Él te contestó, y entró a formar parte de vuestra relación. Cap. 19.IV.2.4:5
Cuando la paz que mora en ti se haya extendido hasta abarcar a todo el mundo, la función del Espíritu Santo aquí se habrá consumado. ¿Qué necesidad habrá de ver entonces? Cuando Dios Mismo haya dado el paso final, el Espíritu Santo reunirá todas las gracias que hayas dado y toda la gratitud que le hayas ofrecido, y las depositará dulcemente ante Su Creador en el nombre de Su santísimo Hijo. Cap.19.IV.3.6:8
- El primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la paz
El primer obstáculo que la paz debe salvar es el deseo de deshacerte de ella. Cap.19.IV.A.1.1
Tú eres su hogar: su tranquila morada desde donde se extiende serenamente hacia el exterior, aunque sin abandonarte jamás. Si la dejases sin hogar ¿cómo podría entonces morar dentro el Hijo de Dios? Si la paz se ha de diseminar por toda la creación, tiene que empezar contigo, y desde ti extenderse a cada hermano que llame, y llevarle descanso por haberse unido a ti. Cap.19.IV.A.1.4:6
¿Dejarías que un pequeño banco de arena, un muro de polvo, una aparente y diminuta barrera se interpusiese entre tus hermanos y la salvación? Sin embargo, este diminuto residuo de ataque que todavía tienes en tanta estima para poder usarlo contra tu hermano, es el primer obstáculo con el que la paz que mora en ti se topa en su expansión. Este pequeño muro de odio todavía quiere oponerse a la Voluntad de Dios, y mantenerla limitada. Cap.19.IV.A.2.9:11
De la misma manera en que la paz no podría alejarse de Dios, tampoco podría alejarse de ti. Cap.19.IV.A.4.3
Todo milagro no es más que el final de una ilusión. Tal fue la jornada; tal su final. Y en la meta de verdad qué aceptaste, a todas las ilusiones les llegará su fin. Cap.19.IV.A.6.8:10
i.-La atracción de la culpabilidad
La atracción de la culpabilidad hace que se le tenga miedo al amor, pues el amor nunca se fijaría en la culpabilidad en absoluto. La naturaleza del amor es contemplar solamente la verdad -dónde se ve a sí mismo- y fundirse con ella en santa unión y en compleción. Cap.19.IV.A.i.10.1:2
Pues en el amor reside el fin de la culpabilidad tan inequívocamente como que el miedo depende de ella. Cap.19.IV.A.i.10.4
La intensa atracción que la culpabilidad siente por el miedo está completamente ausente desde la tierna percepción del amor. Lo que el amor contempla no significa nada para el miedo y es completamente invisible. Cap.19.IV.A.i.11.6:7
Si envías únicamente los mensajeros que el Espíritu Santo te da, sin desear otros mensajes que los suyos, nunca más verás el miedo. Cap.19.IV.A.i.15.1
El Espíritu Santo te ha dado Sus mensajeros para que se los envíes a tu hermano y para que retornen a ti con lo que el amor ve. Cap.19.IV.A.i.15.5
Se me da la bienvenida en un estado de gracia, lo cual quiere decir que finalmente me has perdonado. Pues me convertí en el símbolo de tu pecado, y por esa razón tuve que morir en tu lugar Cap.19.IV.A.i.17.1:2
El cuerpo ciertamente parecerá ser el símbolo del pecado mientras creas que puede proporcionarte lo que deseas. Y mientras creas que puede darte placer, creerás también que puede causarte dolor. Cap.19.IV.A.i.17.10:11
B.- El segundo obstáculo: La creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece
Dijimos que el primer obstáculo que la paz tiene que superar es el deseo de deshacerse de ella. Allí donde la atracción de la culpabilidad impera, no se desea la paz. Cap.19.IV.B.1.1:2
El segundo obstáculo que la paz tiene que superar, el cual está estrechamente vinculado al primero, es la creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece. Pues aquí la atracción de la culpabilidad se pone de manifiesto en el cuerpo y se ve en él. Cap.19.IV.B.1.3:4
Solo los mensajeros del miedo ven el cuerpo, pues van en busca de lo que puede sufrir. Cap.19.IV.B.3.3
El segundo obstáculo no es más impenetrable que el primero. Tú no quieres ni deshacerte de la paz ni limitarla. Cap.19.IV.B.4.3:4
Deseas la salvación, no el dolor de la culpabilidad. Y deseas tener por morada a tu Padre y no a una mísera choza de barro. Cap.19.IV.B.4.7:8
Has pagado un precio exorbitante por tus ilusiones, y nada de eso por lo que tanto has pagado te ha brindado paz. Cap.19.IV.B.5.1
No puedes interponer ningún obstáculo en nuestra unión, pues yo ya formo parte de tu relación santa. Juntos superaremos cualquier obstáculo, pues nos encontramos ya dentro del portal, no afuera. Cap.19.IV.B.5.3:4.
- – La atracción del dolor
Tu pequeño papel consiste únicamente en entregarle al Espíritu Santo la idea del sacrificio en su totalidad y aceptar la paz que Él te ofrece a cambio sin imponer ningún límite que impida su extensión, lo cual limitaría tu conciencia de ella. Cap.19.IV.B.i.9.1:2
Si la paz no tiene hogar, tampoco lo tenemos ni tú ni yo. Cap.19.IV.B.i.9.5
El cuerpo no puede proporcionarte ni paz ni desasosiego, ni alegría ni dolor. Es un medio, no un fin. De por sí no tiene ningún propósito, sino solo el que se le atribuye. El cuerpo parecerá ser aquello que constituya el medio para alcanzar el objetivo que tú le asignes. Cap.19.IV.B.i.10.4:7
Solo la mente puede fijar propósitos, y solo la mente puede discernir los medios necesarios para su logro, así como justificar su uso. Tanto la paz como la culpabilidad son estados mentales que se pueden alcanzar. Cap.19.IV.B.i.10.8:9
No uses tu error para justificar tu falta de fe. No has pecado, pero te has equivocado con respecto a lo que significa tener fe. Más la corrección de tu error te dará motivos para tener fe. Cap.19.IV.B.i.11.7:9
El cuerpo, a las órdenes del miedo, irá en busca de la culpabilidad y servirá a su amo, cuya atracción por la culpabilidad mantiene intacta toda la ilusión de su existencia. En esto consiste, pues, la atracción del dolor. Regido por esta percepción, el cuerpo se convierte en el siervo del dolor, lo persigue con un gran sentido del deber y acata la idea de que el dolor es placer. Cap.19.IV.B.i.13.2:4
Pues el cuerpo al igual que cualquier otro medio de comunicación, recibe y transmite los mensajes que se le dan. Cap.19.IV.B.i.14.5
El ego siempre proyecta sus mensajes fuera de ti, al creer que es otro y no tú el que ha de sufrir por tus mensajes de ataque y culpabilidad. Cap.19.IV.B.i.15.1
No olvides que el ego ha consagrado el cuerpo al objetivo del pecado y que tiene absoluta fe de que el cuerpo puede lograrlo. Cap.19.IV.B.i.16.2
C.- El tercer obstáculo: La atracción de la muerte
A ti y a tu hermano, en cuya relación especial el Espíritu Santo entró a formar parte, se os ha concedido liberar –y ser liberados– del culto a la muerte. Pues esto fue lo que se os ofreció, y vosotros lo aceptasteis. Cap.19.IV.C.1.1:2
No obstante, tenéis que aprender más acerca de este extraño culto, pues encierra el tercer obstáculo que la paz debe superar. Nadie puede morir a menos que elija la muerte. Lo que parece ser el miedo a la muerte es realmente su atracción. Cap.19.IV.C.1.3:5
Cuando aceptaste el glorioso propósito del Espíritu Santo en vez del ego, renunciaste a la muerte y la substituíste por la vida. Cap.19.IV.C.2.13
Ya sabemos que ninguna idea abandona su fuente. Y la muerte es el resultado del pensamiento al que llamamos ego, tan inequívocamente como la vida es el resultado del Pensamiento de Dios. 19.IV.C.2.14:15
- El cuerpo incorruptible
El pecado, la culpabilidad y la muerte se originaron en el ego, en clara oposición a la vida, a la inocencia y a la voluntad de Dios Mismo. Cap.19.IV.C.i.3.1
La arrogancia del pecado, el orgullo de la culpabilidad, el sepulcro de la separación, son todos parte de tu consagración a la muerte, lo cual aún no has reconocido. Cap.19.IV.C.i.4.5
Pues lo que el ego ama lo mata, lo mata por haberte obedecido. Pero no puede matar a lo que no le obedece. Cap.19.IV.C.i.4.7
El cuerpo es tan incapaz de morir como de sentir. No hace nada. De por sí, no es ni corruptible ni incorruptible. No es nada. Es el resultado de una insignificante y descabellada idea de corrupción que puede ser corregida. Cap.19.IV.C.i.5.2:6
El cuerpo no puede hacer otra cosa que servir a tu propósito. Tal como lo consideres, eso es lo que te parecerá que es. La muerte, de ser real, supondría la ruptura final y absoluta de la comunicación, la cual es el objetivo del ego. Cap.19.IV.C.i.6.3:5
En él radica la ruptura final de la unión, el triunfo de lo que el ego ha fabricado sobre la creación de Dios, la victoria de lo que no tiene vida sobre la Vida Misma. Cap.19.IV.C.i.7.7
El miedo a la muerte desaparecerá a medida que la atracción que ésta ejerce ceda ante la verdadera atracción del amor. Cap.19.IV.C.i.9.1
El milagro de la vida es eterno, y aunque ha nacido en el tiempo, se le da sustento en la eternidad. Contempla ese tierno infante, al que diste un lugar de reposo al perdonar a tu hermano, y ve en él la Voluntad de Dios. He aquí el bebé de Belén renacido. Y todo aquel que le dé abrigo lo seguirá, no a la cruz, sino a la resurrección y a la vida. Cap.19.IV.C.i.10.6:8
D.- El cuarto obstáculo: El temor a Dios
¿Qué verías si no tuvieses miedo a la muerte? ¿Qué sentirías y pensarías si la muerte no te atrajese? Simplemente recordarías a tu Padre. Cap.19.IV.D.1.1:3
El cuarto obstáculo a superar pende como un denso velo ante la faz de Cristo. No obstante, a medida que Su faz se revela tras él, radiante de júbilo porque Él mora en el Amor de Su Padre, la paz descorrerá suavemente el velo y se apresurara a encontrarse con Él y a unirse finalmente a Él. Cap.19.IV.D.2.1:2
Este velo, que la creencia en la muerte mantiene intacto y que su atracción protege, es el más tenebroso de todos. La dedicación a la muerte y a su soberanía no es más que el voto solemne, la promesa que en secreto le hiciste al ego de jamás descorrer ese velo, de no acercarte a él y de ni siquiera sospechar que está ahí. Cap.19.IV.D.3.1:2
He aquí tu promesa de jamás permitir que la unión te haga abandonar la separación; la profunda amnesia en la que el recuerdo de Dios parece estar totalmente olvidado; la brecha entre tu Ser y tú: el temor a Dios, el último paso de tu disociación. Cap.19.IV.D.3.4
Cada obstáculo que la paz debe superar se salva de la misma manera: El miedo que lo originó cede ante el amor que se encuentra detrás y así desaparece el miedo. Cap.19.IV.D.5.1
Y lo mismo ocurre con este último obstáculo. El deseo de deshacerte de la paz y de ahuyentar el Espíritu Santo se desvanece en presencia del sereno reconocimiento de que amas a Dios. Cap.19.IV.D.5.2:3
i.- El descorrimiento del velo
No olvides que tú y tu hermano habéis llegado hasta aquí juntos. Cap.19.IV.D.i.8.1
El Guía que os condujo hasta aquí aún está con vosotros y cuando alcéis la mirada estaréis listos para mirar cara a cara al terror sin temor alguno. Pero primero, alza la mirada y mira a tu hermano con inocencia nacida del completo perdón de sus ilusiones, y a través de los ojos de la fe que no las ve. Cap.19.IV.D.i.8.6:7
Mientras no lo perdones completamente, tú sigues sin ser perdonado. Tienes miedo a Dios porque tienes miedo de tu hermano. Temes a los que no perdonas. Y nadie alcanza el amor con el miedo a su lado. Cap.19.IV.D.i.11.4:6
Contempla a tu Amigo, al Cristo que está a tu lado. Cap.19.IV.D.i.14.1
Éste es tu hermano, que ha sido crucificado por el pecado y que aguarda para ser liberado del dolor. ¿No le concederías tu perdón, cuando él es el único que te lo puede conceder a ti? A cambio de su redención, él te dará la tuya, tan indudablemente como que Dios creó cada cosa viviente y la ama. Y te la dará de verdad, pues será ofrecida así como recibida. Cap.19.IV.D.i.15.1:4
Perdona los pecados que tu hermano cree haber cometido, así como toda culpabilidad que crees ver en él. Cap.19.IV.D.i.15.10
Éste es el santo lugar de resurrección, al que vinimos de nuevo y al que retornaremos hasta que la redención se haya consumado y al que retornaremos hasta que la redención se haya consumado y recibido. Antes de condenar a tu hermano, recuerda quien es él. Cap.19.IV.D.i.16.1:2
Ten fe en tu hermano, pues la fe, la esperanza y la misericordia son tuyas para que las des. A las manos que dan, se les da el regalo. Contempla a tu hermano, y ve en él el regalo de Dios que quieres recibir. Cap.19.IV.D.i.17.1:3
Libera a tu hermano aquí, tal como yo te liberé a ti. Hazle el mismo regalo, y contémplalo sin ninguna clase de condena. Considéralo tan inocente como yo te considero a ti, y pasa por alto los pecados que él cree ver en sí mismo. Cap.19.IV.D.i.18.1:3
El cielo es el regalo que le debes a tu hermano, la deuda de gratitud que le ofreces al Hijo de Dios como muestra de agradecimiento por lo que él es y por aquello para lo que su Padre lo creó. Cap.19.IV.D.i.19.6
Los crucificados infligen dolor porque están llenos de dolor. Pero los redimidos ofrecen alegría porque han sido curados del dolor. Todo el mundo da tal como recibe, pero primero tiene que elegir qué es lo que quiere recibir. Y reconocerá lo que ha elegido por lo que dé y por lo que reciba. Cap.19.IV.D.i.20.3:6
Aquello en lo que tenías fe sigue siendo fiel, y te cuida con tan tierna y, al mismo tiempo, tan poderosa, que te elevará muy por encima del velo, y pondrá al Hijo de Dios a salvo dentro de la segura protección de su Padre. Cap.19.IV.D.i.21.3
- Los versículos compartidos, son meramente indicativos al tema de cada párrafo del Capítulo, solo la lectura completa del libro de Un Curso de Milagros, te dará una mejor comprensión.
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